Tanto el divorcio como la separación son términos bien conocidos por la sociedad y que se escuchan y emplean con mucha frecuencia. Sin embargo, hay quien se refiere a ellos como si fuesen sinónimos cuando lo cierto es que son cosas diferentes.
Aunque tanto el divorcio como la separación supongan la ruptura de una pareja, y tengan aspectos y procedimientos en común como las medidas para acordar la custodia de los hijos, las pensiones, el reparto de bienes o la pérdida de poderes tales como la posibilidad de herencia, existen múltiples diferencias que hacen que cada una de estas formas de poner fin a una relación tengan consecuencias y efectos distintos.
La principal diferencia reside en el hecho de que el divorcio pone fin al vínculo matrimonial. Mientras que la separación únicamente conlleva el cese de la convivencia y las obligaciones de cohabitación, pero a efectos legales la pareja sigue estando casada por lo que, por ejemplo, no podrían volver a contraer matrimonio sin antes tener que divorciarse o solicitar la nulidad matrimonial.